Cada mañana canta el gallo al salir el sol. Mi habitación está justo al lado del gallinero por lo que disfruto de un despertar único (que imagino que con el tiempo me irá haciendo menos gracia). El mes de junio es mes de vacaciones así que, cada niño se despierta a su ritmo, por lo general entre las 6 y las 7 de la mañana. A las 8 desayunamos todos juntos en el gran comedor y los mayores sirven té a los más pequeños junto con “Mandazi“, una especie de panecillo de una masa compuesta por harina, agua, azúcar, sal y después frita en aceite.
Después de coger energías se cambian de ropa ya que duermen con la del día anterior, no es por falta de ropa, simplemente el concepto de pijama no existe aquí, hay ropa del día a día y la ropa para ir a la iglesia o para eventos especiales. Ahora es invierno y para ellos hace fresco por eso procuran cuidarse poniéndose crema de aceite todas las mañanas y asi evitar que la piel se reseque. Es muy común en esta época del año ver a los niños en chanclas pero con gorro, una imagen a la que aún no me he acostumbrado. A lo largo de la mañana se corta leña para luego poder cocinar, se va a buscar comida para las vacas y se las ordeña, se hace la compra en el mercado, se quema la basura, se limpian las habitaciones y sobre todo se barre y se friega el suelo, que sigue lleno de tierra del día anterior. Mientras tanto, los más pequeños juegan, juegan y juegan.
Normalmente algunos vamos a Shine a ayudar con las obras. Si nos quedamos en casa, sobre la 14 empezamos a comer (no sin antes lavarnos las manos y bendecir la mesa). Aquí os dejo el horario de comidas:
Para recoger no hay encargos fijos, todos echan una mano sin que se les diga nada. Aquí el “yo” o el “tú” desaparece para convertirse en un “nosotros”. Por la tarde, la creatividad y la originalidad se abren paso y se aprovecha hasta el último rayo de sol para seguir jugando, por ejemplo, a los bolos utilizando lápices clavados en el suelo y bolígrafos alargados en lugar de una bola.
Cuando oscurece, las tripas vuelven a rugir y se cena en el comedor. Las noches son más tranquilas, algunos días podemos disfrutar observando la cantidad de estrellas que habitan el cielo y entre cuento y cuento los párpados van sintiéndose más pesados. Una vez metidos en cama solo queda el sonido de los grillos y empiezan los sueños llenos de aventuras e ilusiones que compartirán entre ellos en el desayuno.
Excelente trabajo, Marta, animo y adelante, cuando hayas tenido el meeting con los perforistas, cuéntame. Un abrazo